Altza XIX. mendeko kroniketan

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Antonio Fernandez liberalaren bizitza eta egintzak

La Voz de Guipúzcoa – 1892-04-05

Figuras Guipuzcoanas
(Instantáneas)
LXIII
Antonio Fernández

Así como mejores perlas hay que buscarlas, según se dice, en el fango, así también hay que buscar los liberales templados, de prueba, en el foco de la reacción. Preguntad por un liberal en Azpeitia y todos os señalarán a Fernández.

No es vascongado, pero como si lo fuera. Lo es de corazón. Ama a este país con toda su alma y ¡cuidado que tiene alma grande! De joven vino aquí y aquí ha envejecido —su corazón no envejece— amando a estas montañas y sintiendo muy profundo las ideas liberales. Aquí ha creado su familia, aquí tiene sus afecciones y aquí ha pasado los días más felices de su vida, porque para Fernández es una felicidad defender la libertad.

Vive cerca de los jesuitas y entre carlistas e íntegros, como una contradicción manifiesta de aquella fábula de las manzanas sanas y las malas según la cual fábula las malas contagiaron a las buenas. A Fernández no le contagia la vecindad. Al contrario, si algo siente es un entusiasmo creciente por sus ideas.

En la guerra fue un bravo. Peleó como una fiera. Despreció la amenaza. Buscó el peligro. No conoció el miedo. Su hoja de servicios es brillantísima.

De simple miquelete entró en este cuerpo el año 1848, saliendo el mismo año a operaciones, con motivo del alzamiento de una partida Montemolinista acaudillada por el general carlista Alzáa, consiguiendo destruirla. El año siguiente apareció otra facción Montemolinista mandada por el cabecilla Aguirre, y Fernández fue también de los que la combatieron, haciéndola internar en Francia.

En 1860 embarcó en Pasajes formado parte de la división vascongada destinada a la guerra de África y se encontró en la gloriosa batalla de Vad Ras. Ajustada la paz con el imperio marroquí, regresó a esta provincia e ingresó de nuevo en el cuerpo de miqueletes, siendo nombrado el año 1869 oficial de sección.

En 1869 a las órdenes del bizarro Urdampilleta sorprendió a la facción de Olazábal, dispersándola completamente.

En 1872 tomó parte en las acciones libradas tanto en esta provincia como en Navarra, Vizcaya y Álava, recompensándose sus servicios con el empleo de teniente.

De operaciones también el año 1873, estuvo en las acciones de Alquiza, Iturrioz, Azcárate, mereciendo por su comportamiento en esta última el empleo de capitán; después con 60 miqueletes rechazó en Oyarzun el ataque de la partida de 700 hombres que mandaba Santa Cruz; luego hallóse en los hechos de armas habidos en Gazume, Alegría, Villabona, Velabieta e Irún.

Continuó el año 1874 asistiendo a otros hechos de armas, como los librados en Behobia y San Marcial, y siguió en los sucesivos años de 1875 y 1876 luchando valientemente en Astigarraga, Oria, Montevideo, Urcabe y Choritoquieta, resultando en este último punto herido de gravedad. Nombrado comandante, se le encomendó el mando del fuerte de Alza, pasando, terminada que fue la guerra, a la situación de reemplazo y en comisión al cuerpo de miqueletes en el que permaneció hasta que obtuvo el retiro reglamentario.

A pesar de su edad, si llegase el caso sería el primero en solicitar un puesto contra los carlistas.

Y es que por su entusiasmo liberal no han pasado años.