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Excursión a bordo del vapor Donostiarra nº1 de la empresa Indian Navegation Company

La Voz de Guipúzcoa – 1896-05-27

Una excursión por el Urumea

El lunes último llevó a cabo una pintoresca expedición por el Urumea, el bonito vapor Donostiarra número 1, de la empresa Indian Navegación Company.

La agradable excursión no tuvo otro objeto que el explorar el curso del río que, cual otro Jordán, sirve para lavar las manchas del pueblo donostiarra, con el objeto de practicar algunos trabajos de canalización en aquellos parajes que dificultan en ciertas mareas la navegación de los lindos vapores.

En verdad que la excursión tiene muchos atractivos, máxime cuando los pasajeros salen tan bien provistos de vituallas como los barbianes que embarcaron el lunes último. Caballeros, aquellos preparativos parecían más propios para realizar una expedición al polo Norte y no un paseo que tuviera por término Catalincho o Astigarraga.

Así debieron juzgarlo también las numerosas personas que presenciaron el embarque de los exploradores, al ver el exquisito cuidado con que el improvisado comandante del buque, Mistel Harri, dirigía la estiva (colocación en lugar conveniente) de los aparatos científicos, telescopios ahumados y demás instrumentos que habían de servir para tender la red geodésica entre Lamothe y Mayatzene.

No hay belleza que pueda compararse a las muchas y variadas que ofrecen las riberas del Urumea, con sus frondosos árboles formando magnífico dosel que da sombra a sus aguas, los blanquísimos caseríos que bordean sus orillas, reflejando en las cristalinas ondas sus paredes y tejados cual si un desquiciamiento súbito hubiera trocado el orden natural de las cosas; todo esto tiene, aun para el más indiferente, cierta poesía que encante.

La estación del ferrocarril de Amara, enseguida la fábrica del gas y luego el imponente y sombrío recodo que forma la empinada altura de Puyu; son la primeras perspectivas que goza el excursionista, mientras contempla con curiosidad las numerosas parejas de amartelados que en continuado rosario suben sin cesar por el sendero que conduce a “Errondo”.

Pásase el puente de hierro de Mundáiz y gózase en admirar la espléndida naturaleza que presentan los parques de “Cristina-enea” y “Alcolea”, con sus hermosos y tupidos bosques, sus microscópicos embarcaderos y los innumerables senderos que bajan al río, destacándose como grandes serpientes entre la bravía vegetación.

No es menos pintoresca la parte que comienza en el puente de Loyola, y lamiendo los muros de la posesión de la señora viuda de Lopetedi, da una rápida vuelta y presenta a la vista del sorprendido espectador un soberbio panorama; por un lado, el caserío “Atari-eder”, surgiendo de entre las aguas, con su encantadora situación y su campo bien cultivado; por la otra, las alturas de Ametzagaña, coronadas por la fortaleza militar hoy abandonada, que nos recuerda nuestras luchas intestinas, con troneras y aspilleras que se distinguen perfectamente desde el vaporcito.

Más adelante, la agrupación de casitas blancas que constituyen el pintoresco barrio de Loyola, entre las que se destaca la escuela como centinela avanzado de la civilización y cultura de nuestro país. Levantando un poco la vista, se contempla en una eminencia el antiguo convento de Uba, destinado hoy a Beneficencia, y llegamos a pasar por frente a “Esparchu”, la Huerta de nuestros ediles, lugar destinado a celebrar juergas municipales.

Viene “Cristobaldegui”, refugio de arrepentidas, fundado o protegido por la famosa Sor Patrocinio, persona peritísima en asuntos de esta índole, y después de recorrer un largo trecho, llegamos a “Catalincho”, astillero de la empresa “Indian Navigation Company” y merendero montado según las exigencias modernas, con restaurant, vaquería, refrescos de todas clases y un lugar al aire libre, convenientemente dispuesto, para las personas que quieran disfrutar de los placeres del campo. Un toldo amplio y elegante, ingeniosamente dispuesto, resguarda al viajero de las caricias del sol.

Prosiguiendo la excursión, llegase al puente de “Martutene”, y aquí comienza a ofrecer algunas dificultades la navegación, porque el río va estrechándose y formando alarmantes sinuosidades, pero gracias a la reconocida pericia del comandante Harri y a las excelentes condiciones que reúnen los ligeros vapores de la flota “Indian Navigation Company“, salvamos todos los obstáculos y llegamos a rebasar el caserío “Churriategui”, con ánimo de alcanzar el puente de Ergobia: pero ¡oh desencanto! un suceso inesperado vino a dar al traste con nuestros atrevidos propósitos. De repente la hélice se paró y sentimos una brusca sacudida que hizo ponernos en pie para averiguar la causa del inesperado accidente. Cuál no sería nuestra sorpresa y la alegría que se retrató en el comandante de a bordo cuando contemplamos sorprendidos una anguila de siete brazas de longitud que se había enredado en la hélice. Cogerla, partirla en menudos pedazos y echarla a la cazuela, fue obra de un minuto para nosotros; y mientras el vapor adquiría la presión necesaria para el regreso, dimos cuenta del soberbio pez que tan providencialmente se interpuso en nuestro camino.

Excusado será decir que todos los pasajeros quedaron satisfechos de la agradable excursión, y haciendo votos por que se repita cuanto antes, cosa que no tardará en tener lugar, pues según mis noticias, la empresa “Indian Navigation Company“, trata de reanudar los viajes que inauguró el año pasado, mejorando los servicios y ofreciendo al viajero mayores comodidades.

Yo volvería a hacer otra expedicioncita aun a riesgo de tropezar con otra anguila como la de marras y el cuarteto de carboneras que trataron de tomarnos el pelo desde el puente de Matutene.

CALEI-CALE